Jo a Heidegger.

Per casualitat rellegint a Kierkegaard he retornat a Ser y tiempo de Heidegger per entendre que vol dir jo. He destacat el següent que m'ha agradat i interessat. El jo a Heidegger és anticipar-se a sí o existencialitat que és un constitutiu de la cura que és la totalitat de l'ésser del Dasein. El jo és, per tant, la resolució precursora. [[ Lo expresado al decir "yo", aquello de lo que en ese decir se habla [das Aus-und An-gesprochene], es comprendido siempre como lo que permanece siendo lo mismo. ... Los caracteres de la "simplicidad", "sustancialidad" y "personalidad" que Kant, por ejemplo, pone a la base de su doctrina "de los paralogismos de la razón pura" , surgen de una auténtica experiencia prefenomenológica. Queda, sin embargo, en pie la pregunta si aquello que es experimentado ónticamente de esta manera puede ser interpretado ontológicamente recurriendo a dichas "categorías". Es cierto que Kant, ajustándose rigurosamente al contenido fenoménico que se nos da cuando decimos "yo", hace ver que las tesis ónticas sobre la sustancia del alma inferidas de los caracteres mencionados son ilegítimas. Pero de esta manera sólo se logra rechazar una falsa explicación óntica del yo. Sin embargo, con esto no se ha alcanzado en absoluto, ni siquiera asegurado o preparado positivamente la interpretación ontológica de la mismidad. Aunque Kant intenta, más rigurosamente que sus predecesores, determinar el contenido fenoménico que se nos da cuando decimos "yo", vuelve a caer, sin embargo, en la misma inadecuada (319) ontología de lo sustancial, cuyos fundamentos ónticos le ha negado teoréticamente al yo. Es necesario que mostremos esto con mayor precisión, a fin de establecer por este medio el sentido ontológico del análisis de la mismidad que arranca del decir "yo". El análisis kantiano del "yo pienso" será propuesto ahora a modo de ilustración y sólo en la medida en que es necesario para aclarar dicha problemática. El "yo" es una mera conciencia que acompaña a todo concepto. Con él "no se representa nada más que un sujeto trascendental de los pensamientos". La "conciencia en sí no (es) tanto una representación...cuanto una forma de la representación en general. El "yo pienso" es "la forma de la apercepción inherente a toda experiencia y anterior a ella". Kant recoge, con razón, el contenido fenoménico del "yo" en la expresión "yo pienso", o bien -si se considera la inclusión de la "persona práctica" en la "inteligencia"- en el "yo actúo". Decir "yo" significa para Kant decir "yo pienso". Kant intenta determinar el contenido fenoménico del yo como res cogitans. Si llama a este yo un "sujeto lógico", esto no quiere decir que el yo en general sea un concepto logrado tan sólo por medio de un procedimiento lógico. Antes bien, el yo es el sujeto del comportamiento lógico, del enlace. "Yo pienso" quiere decir "yo enlazo". Todo enlazar es un "yo enlazo". A la base de todo reunir y relacionar se encuentra ya siempre el yo -el yacer. Por eso, el sujeto es "conciencia en sí", y no una representación , sino, más bien, la "forma" de la representación. Esto quiere decir que el "yo pienso" no es una cosa representada, sino la estructura formal del representar como tal, por cuyo medio lo representado llega a ser posible. Forma de la representación no quiere decir "marco" ni "concepto general", sino aquello que hace, en cuanto idea, de todo lo representado y de todo representar lo que ellos son. El yo, .comprendido como forma de la representación, viene a ser lo mismo que el yo del que se dice que es un "sujeto lógico". Dos cosas constituyen lo positivo en el análisis kantiano: por una parte, en el (320) plano óntico, Kant ve la imposibilidad de reducir el yo a una sustancia; por otra parte, sostiene que el carácter del yo es el "yo pienso". No obstante, Kant vuelve a entender a este yo como sujeto y, por consiguiente, en un sentido ontológicamente inadecuado. Porque el concepto ontológico de sujeto no caracteriza la mismidad [Selbstheit] del yo en tanto que sí-mismo, sino la identidad [Selbigkeit] y permanencia de algo que ya está siempre ahí. Determinar ontológicamente el yo como sujeto significa plantearlo como un ente que ya está siempre ahí. El ser del yo es comprendido como realidad de la res cogitans. Pero, ¿a qué se debe el que Kant no pueda sacar provecho ontológico de su auténtico punto de partida fenoménico en el "yo pienso", y que tenga que recaer (321) en el sujeto, es decir, en lo sustancial? El yo no es solamente un "yo pienso", sino un "yo pienso algo". Pero, ¿no insiste Kant mismo, una y otra vez, en que el yo queda referido a sus representaciones y que sin ellas no es nada? Pero estas representaciones son para él lo "empírico" que es "acompañado" por el yo, los fenómenos a los que éste "adhiere". Pero Kant no muestra en ninguna parte el modo de ser de este "adherir" y aquel "acompañar". En el fondo, este modo es comprendido como un constante co-estar-ahí del yo y sus representaciones. Es cierto que Kant evitó disociar el yo del pensar, pero sin plantear el "yo pienso" en la plenitud de su contenido esencial como un "yo pienso algo" y, sobre todo, sin ver el "supuesto" ontológico del "yo pienso algo" como determinación fundamental del sí-mismo. En efecto, tampoco el planteamiento del "yo pienso algo" está ontológicamente bien determinado, ya que el "algo" mismo queda indeterminado. Si lo que se comprende con ese "algo" es un ente intramundano, entonces allí se encuentra en forma tácita el supuesto del mundo; ahora bien, este fenómeno codetermina justamente la constitución de ser del yo, si el yo ha de poder ser algo así como un "yo pienso algo". El decir "yo" apunta al ente que soy yo, entendido como "yo-estoy-en-un-mundo". Kant no vio el fenómeno del mundo, y fue lo bastante consecuente como para mantener las "representaciones" lejos del contenido apriorístico del "yo pienso". Pero con esto el yo fue reducido forzadamente a la condición de sujeto aislado que acompaña a las representaciones de una manera ontológica enteramente indeterminada. En el decir "yo" el Dasein se expresa como estar-en-el-mundo. Pero, ¿se mienta acaso el yo cotidiano a sí mismo como estando-en-el-mundo? Aquí es necesario distinguir. Al decir "yo", el Dasein apunta, sin duda, al ente que es cada vez él mismo. Pero la autointerpretación cotidiana tiene la tendencia a comprenderse desde el "mundo" de las ocupaciones. Apuntando ónticamente a sí mismo, el Dasein se equivoca en su visión del modo de ser del ente que es él mismo. Y esto es sobre todo válido de la constitución fundamental del Dasein, del estar-en-el-mundo. ¿Qué es lo motivante de este "fugitivo" decir "yo"? La caída del Dasein, por la (322) que éste huye de sí mismo hacia el uno. El que de un modo "natural" dice "yo" es el uno-mismo. En el "yo" se expresa aquel sí-mismo que inmediata y regularmente no es el que yo propiamente soy. El sí-mismo del "yo me ocupo" olvidado de sí se muestra para el que se absorbe en el tráfago cotidiano y en la veloz sucesión de los quehaceres como algo simple, permanentemente idéntico, pero indeterminado y vacío. Porque, al fin y al cabo, uno es lo que a uno lo ocupa. Que el decir "yo" óntico "natural" soslaye él contenido fenoménico del Dasein a que el "yo" se refiere no le da a la interpretación ontológica del yo ningún derecho para soslayarlo también ella, imponiéndole a la problemática del sí-mismo un horizonte "categorial inadecuado". Ciertamente, la interpretación ontológica del yo no logra en modo alguno la solución del problema por el hecho de rehusarle su adhesión al decir "yo" cotidiano; pero, en cambio, bosqueja la dirección en la que se debe seguir preguntando. El yo mienta el ente que uno es "estando-en-el-mundo". Ahora bien, el estar-ya-en-un-mundo en cuanto estar-en-medio-del-ente-a-la-mano-intramundano quiere decir, con igual originariedad, anticiparse-a-sí. El "yo" mienta el ente al que le va el ser del ente que él es. En el "yo" el cuidado se expresa, inmediata y regularmente, en el modo "fugitivo" del decir "yo" del ocuparse. El uno-mismo dice "yo, yo" muy frecuentemente y en la voz más alta, porque en el fondo no es propiamente él mismo, y esquiva el poder-ser propio. La constitución ontológica del sí-mismo no se deja reducir a un yo-sustancia ni a un "sujeto", sino que, por el contrario, el cotidiano y fugitivo decir "yo, yo" tiene que ser comprendido desde el poder-ser propio; pero de aquí no se sigue, sin embargo, que el sí-mismo sea el fundamento constantemente presente del cuidado. La mismidad sólo puede ser existencialmente descubierta en el modo propio de poder-ser-sí-mismo, es decir, en la propiedad del ser del Dasein en cuanto cuidado. Desde aquí recibe su aclaración la estabilidad del sí-mismo como presunta persistencia del sujeto. Pero el fenómeno del poder-ser propio abre también la mirada para la estabilidad del sí-mismo en el sentido de haber alcanzado un cierto estado [Standgewonnenhaben]. La estabilidad del sí-mismo, en el doble sentido de la constancia y de la firmeza de estado es la contraposibilidad propia de la inestabilidad del sí-mismo de la caída irresoluta. La estabilidad del sí-mismo [SelbstȬständigkeit] no significa existencialmente otra cosa que la resolución precursora. La estructura ontológica de la resolución precursora revela la existencialidad de la mismidad del sí-mismo. El Dasein es propiamente él mismo en el aislamiento originario de la callada (323) resolución dispuesta a la angustia. El ser-sí-mismo propio en cuanto silente precisamente no dice "yo, yo", sino que en su silenciosidad "es" el ente arrojado que él puede ser en cuanto propio. El sí-mismo revelado en la silenciosidad de la existencia resuelta es la base fenoménica originaria para la pregunta por el ser del "yo". La orientación fenoménica por el sentido del ser del poder-ser-sí-mismo propio permite establecer el derecho ontológico que se le puede asignar a la sustancialidad, simplicidad y personalidad como caracteres de la mismidad. La pregunta ontológica acerca del ser del sí-mismo debe ser arrancada de la idea previa de un sí-mismo-cosa que perdura en su estar-ahí, idea constantemente sugerida por el uso predominante del decir "yo". El cuidado no tiene necesidad de fundarse en el sí-mismo; es, más bien, la existencialidad, en cuanto constitutivum del cuidado, la que le da su constitución ontológica a la estabilidad del sí-mismo, a la cual conforme al pleno contenido estructural del cuidado le pertenece la caída fáctica en la inestabilidad del sí-mismo. Cabalmente concebida, la estructura del cuidado incluye el fenómeno de la mismidad. La aclaración de este fenómeno se ha realizado en la forma de una interpretación del sentido del cuidado, que constituye -como vimos-, la totalidad del ser del Dasein. ]]

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