Laing 1
FRAGMENTO DE "EL YO DIVIDIDO." DE R.D.LAING.
Abaix, en castellà, es mostra un exemple en què el diagnòstic que es fa del pacient no només és en funció del pacient sinó també és en funció del psiquiatre que el diagnostica. Diferents psiquiatres arriben a diferents diagnòstics. Un mateix psiquiatre també pot efectuar diagnòstics diferents segons com vulgui interpretar el comportament del pacient així com un dibuix es pot interpretar com un jerro o com dues cares mirant-se de front. És el mateix que passa a l'escola, diferents mestres avaluadors impliquen diferents resultats en els exàmens i un mateix mestre també pot donar diferents notes segons com vulgui interpretar l'examen.
«Que la actitud psiquiátrica clínica clásica no ha cambiado, en principio, desde los tiempos de Kraepelin puede verse comparando el párrafo siguiente con la actitud análoga de cualquier reciente libro de texto inglés de psiquiatría (por ejemplo, Mayer-Gross, Slater y Roth). He aquí la explicación dada por Kraepelin (1905) a los estudiantes de su curso, de un paciente que mostraba señales de excitación catatónica: El paciente que les mostraré hoy ha tenido casi que ser traído a la sala, puesto que camina con las piernas abiertas, sobre la cara externa de sus pies. Al entrar, se quita las zapatillas, canta un himno en voz alta y luego grita dos veces (en inglés), “¡mi padre, mi verdadero padre!” Tiene 18 años de edad y es alumno de la Oberrealschule (Escuela de enseñanza superior), es alto, más bien fuerte, de tez pálida, en la que a menudo hay un sonrojo transitorio. El paciente se sienta con los ojos cerrados, y no presta atención a lo que le rodea. No levanta los ojos ni siquiera cuando se le habla, pero responde comenzando en voz baja y gritando gradualmente cada vez más. Cuando se le pregunta dónde está, dice, “¿también quiere saber eso? Le digo quién está siendo medido, y es medido y será medido. Sé todo eso, y se lo podría decir ¡pero no quiero!” Cuando se le pregunta su nombre, contesta gritando “¿Cuál es tu nombre? ¿Qué es lo que cierra? Cierra sus ojos. ¿Qué es lo que oye? No entiende; no entiende nada. ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Qué quiere decir? Cuando le digo que mire, no mira como es debido. ¡Tú, mira simplemente! ¿Qué es? ¿Qué ocurre? Atiende; no presta atención. Digo yo ¿qué pasa entonces? ¿Por qué no me das una respuesta? ¿Te estás poniendo descarado de nuevo? ¿Cómo puedes ser tan descarado? ¡Ahí voy! ¡Ya verás! No tienes que putear para mí. Tampoco debes dártelas de listo; eras un descarado, un asqueroso, un descarado y un asqueroso como no he visto otro en mi vida. ¿Está comenzando de nuevo? No entiendes nada de nada, nada de nada; no entiende nada de nada. Si tú sigues ahora, él no sigue, él no seguirá. ¿Te estás poniendo todavía más descarado? ¿Te estás poniendo todavía más descarado? ¡Como escuchan, ellos escuchan!”, y así sucesivamente. Al final regaña profiriendo sonidos muy inarticulados. Kraepelin observa aquí, entre otras cosas la “inaccesibilidad” del paciente: “Aunque indudablemente entendía todas las preguntas no nos dio un solo trozo de información útil. Su conversación era… solamente una serie de frases inconexas que no guardaban relación alguna con la situación general” (1905, pp. 79-80; las cursivas son mías). Ahora bien, no cabe duda de que este paciente muestra las “señales” de la excitación catatónica. La interpretación que demos a esta conducta, sin embargo, dependerá de la relación que establezcamos con el paciente, y le debemos estar agradecidos a Kraepelin por la vívida descripción que le permite al paciente, por así decirlo, llegar vivo hasta nosotros después de 50 años, y a través de sus páginas como si lo tuviéramos ahora ante nuestros propios ojos. ¿Qué es lo que parece estar haciendo este paciente? Indudablemente, está llevando a cabo un diálogo entre su propia versión parodiada de Kraepelin y su propio yo rebelde y desafiante. “¿También quiere saber eso? Le digo quién está siendo medido, y es medido y será medido. Sé todo eso y se lo podría decir, ¡pero no quiero!” Esto parece ser una conversación pura y simple. Es de presumir que resiente profundamente esta forma de interrogación que se está llevando a cabo ante un grupo de estudiantes. Probablemente, no se da cuenta de lo que tiene que ver con las cosas que han de estar trastornándolo hondamente. Pero estas cosas no serían “información útil” para Kraepelin, salvo como otras tantas “señales” de una “enfermedad”. Kraepelin le pregunta cuál es su nombre. El paciente responde con estallidos exasperados en los que está expresando lo que considera que es la actitud implícita en la forma que tiene Kraepelin de acercarse a él: “¿Cuál es tu nombre? ¿Qué es lo que cierra? Cierra sus ojos… ¿Por qué no me das una respuesta? ¿Te estás poniendo descarado de nuevo? No tienes que putear para mí” (es decir, piensa que Kraepelin le está haciendo objeciones porque no está dispuesto a prostituirse delante de todo el grupo de estudiantes), y así sucesivamente… “eres un descarado, un asqueroso, un descarado y un asqueroso como no he visto otro en mi vida”. Ahora bien, es claro que la conducta de este paciente puede verse por lo menos de dos maneras, análogas a las maneras de ver un jarrón o un rostro. Podemos entender su conducta como “señales” de una “enfermedad”; y podemos ver su conducta como expresiva de su existencia. La interpretación fenomenológica existencial es una inferencia acerca de la forma en que el otro está sintiendo y actuando. ¿Cuál es la experiencia que el muchacho tiene de Kraepelin? Parece estar atormentado y desesperado. ¿Qué pretende al hablar y al obrar de esa manera? Se opone a que se le mida, y a que se le someta a prueba. Lo que quiere es que se le oiga.»
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