DESATINO CONTROLADO, VER Y MIRAR.

MENSAJES SOBRE EL DESATINO CONTROLADO Y LA DIFERENCIA ENTRE VER Y MIRAR DEL LIBRO "Una Realidad Aparte" de Carlos Castaneda. DESATINO CONTROLADO. Me ha dicho usted muchas veces, don Juan, que un brujo no puede permitirse desatinos. Jamás pensé que tuviera usted alguno. Don Juan me miró con ojos penetrantes. Se levantó, miró a Eligio y luego a Lucio. Se encajó el sombrero en la cabeza, palmeándolo en la copa. -Es posible insistir, insistir como es debido, aunque sepamos que lo que hacemos no tiene caso -dijo, sonrien- do-. Pero primero debemos saber que nuestros actos son inútiles, y luego proceder como si no lo supiéramos. Eso es el *desatino* *controlado* de un brujo. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. DESATINO CONTROLADO. Acaso podría usted decirme más acerca de su desatino controlado -dije. -¿Qué quieres saber de eso? -Dígame por favor, don Juan, ¿qué es exactamente el desatino controlado? Don Juan rió fuerte y produjo un sonido chasqueante golpeándose el muslo con la mano ahuecada. -¡Esto es desatino controlado! -dijo, y nuevamente rió y golpeó su muslo. -¿Qué quiere usted decir . . . ? -Estoy feliz de que, al cabo de tantos años, finalmente me hayas preguntado por mi desatino controlado, y sin embargo no me hubiera importado en lo más mínimo si nunca hubieras preguntado. Pero he decidido sentirme fe- liz, como si me importara que preguntases, como si im portara que me importara. ¡Eso es desatino controlado! UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. DESATINO CONTROLADO. ¿Con quiénes practica usted el desatino controlado, don Juan? -pregunté tras un silencio largo. El chasqueó la lengua. -¡Con todos! -exclamó, sonriendo. -Entonces, ¿cuándo decide usted practicarlo? -Cada vez que actúo. En ese punto sentí necesidad de recapitular, y le pre gunté si desatino controlado significaba que sus actos no eran nunca sinceros, sino sólo los actos de un actor. -Mis actos son sinceros -dijo-, pero sólo son los actos de un actor. -¡Entonces todo lo que usted hace debe ser desatino controlado! -dije, verdaderamente sorprendido. -Sí, todo -dijo él. -Pero no puede ser cierto -protesté- que cada uno de sus actos sea únicamente eso. -¿Por qué no? -replicó con una mirada misteriosa. -Eso significaría que nada tiene caso para usted y que nada ni nadie le importan en verdad. Yo, por ejemplo. ¿Quiere usted decir que no le importa si yo me convierto o no en hombre de conocimiento, o si vivo, si muero, si hago cualquier cosa? -¡Cierto! No me importa. Tú eres como Lucio, o como cualquier otro en mi vida, mi desatino controlado. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. APRENDER A VER Y DESATINO CONTROLADO. Siento que no estamos hablando de lo mismo -di je-. No debía haberme puesto como ejemplo. Lo que quise decir es que debe haber algo en el mundo que a usted le importe en una forma que no sea desatino con trolado. No creo que sea posible seguir viviendo si nada nos importa en realidad. -Eso se aplica a ti -dijo-. Las cosas te importan a ti. Tú me preguntaste por mi desatino controlado y yo te dije que todo cuanto hago en relación conmigo mismo y con mis semejantes es precisamente eso, porque nada importa. -La cosa es, don Juan, que si nada le importa, ¿cómo puede usted seguir viviendo? Rió, y tras una pausa momentánea, en la que pareció deliberar si responderme o no, se levantó y fue al tras patio de su casa. Lo seguí. -Espere, espere, don Juan -dije-. De veras quiero saber; debe usted explicarme lo que quiere decir. -A lo mejor no es posible explicar -dijo él-. Cier tas cosas de tu vida te importan porque son importantes; tus acciones son ciertamente importantes para ti, pero para mí, ni una sola cosa es importante ya, ni mis acciones ni las acciones de mis semejantes. Pero sigo viviendo porque tengo mi voluntad. Porque he templado mi voluntad a lo largo de toda mi vida, hasta hacerla impecable y completa, y ahora no me importa que nada importe. Mi voluntad controla el desatino de mi vida. Se acuclilló y pasó los dedos sobre unas hierbas que había puesto a secar al sol en un gran trozo de arpillera. Me hallaba desconcertado. Jamás habría podido antici par la dirección que mi interrogatorio había tomado. Tras una larga pausa, pensé en un buen punto. Le dije que en mi opinión algunos actos de mis semejantes tenían impor tancia suprema. Señalé que una guerra nuclear era defini tivamente el ejemplo más dramático de un acto así. Dije que, para mí, destruir la vida en toda la faz de la tierra era un acto de enormidad vertiginosa. -Crees eso porque estás pensando. Estás pensando en la vida -dijo don Juan con un brillo en la mirada-. No estás viendo. -¿Me sentiría distinto si pudiera ver? -pregunté. -Una vez que un hombre *aprende a ver,* se halla solo en el mundo, sin nada más que *desatino* -dijo don Juan en tono críptico. DIFERENCIA ENTRE VER Y MIRAR. Lo que me dijo usted esta tarde acerca del desatino controlado me ha inquietado muchísimo -dije-. Real mente no puedo entenderlo. -Claro que no puedes entenderlo -dijo-. Estás tra tando de pensarlo, y lo que yo dije no encaja con tus pensamientos. -Estoy tratando de pensarlo -dije- porque ésa es la única forma en que yo, personalmente, puedo entender cualquier cosa. Por ejemplo, don Juan, ¿dice usted que, cuando uno aprende a ver, todo en el mundo entero care- ce de valor? -No dije de valor. Dije de importancia. Todo es igual y por lo tanto sin importancia. Por ejemplo, no hay ma nera de decir que mis actos son más importantes que los tuyos, o que una cosa es más esencial que otra; por lo tan- to, todas las cosas son iguales, y al ser iguales carecen de importancia. Le pregunté si estaba declarando que lo que había lla mado "ver" era en efecto una "manera mejor" que el simple "mirar las cosas". Dijo que los ojos del hombre podían realizar ambas funciones, pero ninguna era mejor que la otra; sin em bargo, educar los ojos nada más para mirar era, en su opi nión, un desperdicio innecesario. -Por ejemplo, para reír necesitamos mirar con los ojos -dijo-, porque sólo cuando miramos las cosas po demos captar el filo gracioso del mundo. En cambio, cuando nuestros ojos ven, todo es tan igual que nada tiene gracia. -¿Quiere usted decir, don Juan, que un hombre que ve nunca puede reír? Permaneció en silencio un rato. -Tal vez haya hombres de conocimiento que nunca ríen -dijo-. Pero no conozco ninguno. Los que conoz co ven y también miran, de modo que ríen. -¿Lloraría asimismo un hombre de conocimiento? -Por supuesto. Nuestros ojos miran para que poda mos reír, o llorar, o regocijarnos, o estar tristes, o estar contentos. A mí personalmente no me gusta estar triste; por eso, cada vez que presencio algo que por lo común me entristecería, simplemente cambio los ojos y lo veo en lugar de mirarlo. Pero cuando encuentro algo gracioso, miro y me río. -Pero entonces, don Juan, su risa es genuina, y no desatino controlado. Don Juan se me quedó mirando un momento. -Yo hablo contigo porque me haces reír -dijo-. Me haces acordar a unas ratas coludas del desierto que se quedan atracadas cuando meten la cola en agujeros tra tando de ahuyentar a otras ratas para robarles la comida. Tú quedas atrapado en tus propias preguntas. ¡Ten cui dado! A veces, esas ratas se arrancan la cola al soltarse. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. MIRAR LO QUE LE HACE FELIZ A UNO. SIEMPRE ESCOJER EL CAMINO CON CORAZÓN. SI ALGO NOS HACE INFELICES CAMBIAR LOS OJOS Y EN LUGAR DE MIRAR VER. Mi risa, así como todo cuanto hago, es de verdad -dijo don Juan-, pero también es desatino controlado porque es inútil; no cambia nada y sin embargo lo hago. -Pero según yo lo entiendo, don Juan, su risa no es inútil. Lo hace a usted feliz. -¡No! Soy feliz porque escojo mirar las cosas que me hacen feliz, y entonces mis ojos captan su filo gracioso y me río. Te lo he dicho incontables veces. Siempre hay que escoger el camino con corazón para estar lo mejor posible, quizá para poder reír todo el tiempo. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. DESATINO DEL BUENO. “Por eso un hombre de conocimiento elige un camino con corazón y lo sigue: y luego mira y se regocija y ríe; y luego ve y sabe. Sabe que su vida se acabará en un abrir y cerrar de ojos; sabe que él, así como todos los demás, no va a ninguna parte; sabe, porque ve, que nada es más importante que lo demás. En otras palabras, un hombre de conocimiento no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni tierra, sólo tiene vida que vivir, y en tal condición su única liga con sus semejantes es su desatino controlado. Así, un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda, y resuella, y si uno lo mira es como cualquier hombre común, excepto que el desatino de su vida está bajo control. Como nada le importa más que nada, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto, y lo actúa como si le importara. Su desatino controlado lo lleva a decir que lo que él hace importa y lo lleva a actuar como si importara, y sin embargo él sabe que no importa; de modo que, cuando completa sus actos se retira en paz, sin pena ni cuidado de que sus actos fueran buenos o malos, o tuvieran efecto o no. "Por otro lado, un hombre de conocimiento puede pre ferir quedarse totalmente impasible y no actuar jamás, y comportarse como si el ser impasible le importara de verdad; también en eso será genuino y justo, porque eso es también su desatino controlado". En este punto me enredé en un esfuerzo muy complicado por explicar a don Juan mi interés en saber qué motivaría a un hombre de conocimiento a actuar en determinada for ma a pesar de saber que nada importaba. Chasqueó suavemente la lengua antes de responder. -Tú piensas en tus actos -dijo-. Por eso tienes que creer que tus actos son tan importantes como piensas que son, cuando en realidad nada de lo que uno hace es im portante. ¡Nada! Pero entonces, si nada importa en reali- dad, me preguntaste, ¿cómo puedo seguir viviendo? Sería más sencillo morir; eso es lo que dices y lo que crees, por que estás pensando en la vida, igual que ahora piensas en cómo será ver. Querías que te lo describiera para poder ponerte a pensar en ello, igual que haces con todo lo de más. Sólo que, en el caso de ver, pensar no es lo fuerte, así que no puedo decirte cómo es ver. Ahora quieres que te describa las razones de mi desatino controlado y sólo puedo decirte que el desatino controlado se parece mucho a ver; es algo en lo que no se puede pensar. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. NADA IMPORTA. SER VICTORIOSO Y SER DERROTADO SON IGUALES. Dije a don Juan que mi conflicto surgía de las dudas a que me habían arrojado sus palabras sobre el desatino con trolado. -Si nada importa en realidad -dije-, al convertirse en hombre de conocimiento uno se hallaría, forzosamente, tan vacío como mi amigo y no en mejor posición. -No es así -dijo don Juan, cortante-. Tu amigo se siente solo porque morirá sin ver. Su vida sólo fue para hacerse viejo y ahora ha de sentirse más mal que nunca. Siente haber desperdiciado cuarenta años porque buscaba victorias y no halló sino derrotas. Jamás sabrá que ser vic torioso y ser derrotado son iguales. "Conque ahora me tienes miedo por haberte dicho que eres igual a todo lo demás. Te estás haciendo el necio. Nuestra suerte como hombres es aprender, y al conoci miento se va como a la guerra; te lo he dicho incontables veces. Al conocimiento o a la guerra se va con miedo, con respeto, sabiendo que se va a la guerra, y con absoluta confianza en sí mismo. Confía en ti, no en mí. "Conque temes el vacío de la vida de tu amigo. Pero no hay vacío en la vida de un hombre de conocimiento: te lo digo yo. Todo está lleno hasta el borde. Don Juan se puso en pie y extendió los brazos como palpando cosas en el aire. -Todo está lleno hasta el borde -repitió-, y todo es igual. Yo no soy como tu amigo que nada más se hizo viejo. Cuando yo te digo que nada importa, no lo digo como él. Para él, su lucha no valió la pena porque salió derrotado; para mí no hay victoria, ni derrota, ni vacío. Todo está lleno hasta el borde y todo es igual y mi lucha valió la pena. "Para convertirse en hombre de conocimiento hay que ser un guerrero, no un niño llorón. Hay que luchar sin entregarse, sin una queja, sin titubear, hasta que uno vea, y sólo entonces puede uno darse cuenta que nada importa. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. SOBRE EL QUERER. [...] pregunté a don Juan si desatino controlado quería decir que un hombre de conocimiento ya no podía querer a nadie. Dejó de comer y rió. -Te importa demasiado querer a los otros o que te quie ran a ti -dijo-. Un hombre de conocimiento quiere, eso es todo. Quiere lo que se le antoja o a quien se le antoja, pero usa su desatino controlado para andar sin pena ni cuidado. Lo contrario de lo que tú haces ahora. Que los otros lo quieren o no lo quieran a uno no es todo lo que se puede hacer como hombre. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. DON JUAN ANTE LA MUERTE DE SU HIJO. ¿Cómo ejercita su desatino controlado un hombre de conocimiento en el caso de la muerte de una persona a quien ama? Tomado por sorpresa, don Juan me miró extrañado. -Digamos su nieto Lucio -dije-. ¿Serían desatino controlado los actos de usted en caso de que él muriera? -Digamos mi hijo Eulalio, es mejor ejemplo -repuso con calma don Juan-. Lo aplastó un derrumbe cuando tra- bajaba en la construcción de la Carretera Panamericana. La manera como actué con él en el momento de su muerte fue desatino controlado. Cuando llegué a la zona de ex plosivos, casi estaba muerto, pero su cuerpo era tan fuerte que seguía moviéndose y pataleando. Me puse frente a él y les dije a los muchachos de la cuadrilla que ya no lo acarrearan; me obedecieron y se quedaron allí parados al rededor de mi hijo, mirando su cuerpo maltrecho. Yo tam bién me quedé allí parado, pero sin mirar. Cambié mis ojos para ver cómo su vida personal se deshacía, se exten día incontrolable más allá de sus limites, como una neblina de cristales, porque así es como la vida y la muerte se mezclan y se expanden. Eso fue lo que hice en la hora de la muerte de mi hijo. Eso es todo lo que uno podría hacer, y es desatino controlado. Si lo hubiera mirado, lo hubiera visto quedarse quieto y habría sentido un grito por dentro, porque ya nunca más miraría su hermosa figura caminando por la tierra. En lugar de eso vi su muerte, y no hubo tristeza ni sentimiento. Su muerte era igual a todo lo demás. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. UN HOMBRE QUE SABE QUE JAMÁS ENTENDERÁ TODO LO QUE LE RODEA. Entonces, don Juan, si le he entendido correctamente -dije-, los únicos actos en la vida de un hombre de co- nocimiento que no son desatino controlado son aquéllos que realiza con su aliado o con Mescalito. ¿No es cierto? -Es cierto -dijo chasqueando la lengua-. Mi aliado y Mescalito no están al nivel de nosotros los seres huma nos. Mi desatino controlado se aplica sólo a mí mismo y a los actos que realizo en compañía de mis semejantes. -Sin embargo -dije-, es una posibilidad lógica pen sar que un hombre de conocimiento puede también con siderar desatino controlado sus actos con su aliado o con Mescalito, ¿verdad? Me miró un momento. -Estás pensando otra vez -dijo-. Un hombre de co nocimiento no piensa, por lo tanto no puede encontrarse con esa posibilidad. Aquí estoy yo, por ejemplo. Yo digo que mi desatino controlado se aplica a los actos que realizo en compañía de mis semejantes; lo digo porque puedo ver a mis semejantes. Sin embargo, no puedo ver a mi aliado y eso lo hace incomprensible para mi, así que ¿cómo voy a controlar mi desatino si no lo veo? Con mi aliado o con Mescalito yo soy solamente un hombre que sabe cómo ver y se desconcierta con lo que ve; un hombre que sabe que jamás entenderá todo lo que lo rodea. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda. SER TODO LLEGANDO A SER NADA. Mi benefactor era un brujo de grandes poderes -pro siguió-. Era un guerrero hecho y derecho. Su voluntad era en verdad su hazaña suprema. Pero un hombre puede ir todavía más allá; puede aprender a ver. Al aprender a ver, ya no necesita vivir como guerrero, ni ser brujo. Al aprender a ver, un hombre llega a ser todo llegando a ser nada. Desaparece, por así decirlo, y sin embargo está allí. Yo diría que éste es el tiempo en que un hombre puede ser o puede obtener cualquier cosa que desea. Pero no desea nada, y en vez de jugar con sus semejantes como si fueran juguetes, los encuentra en medio de su desatino. La única diferencia es que un hombre que ve controla su desatino, mientras que sus semejantes no pueden hacerlo. Un hombre que ve ya no tiene un interés activo en sus semejantes. El ver lo ha despegado de absolutamente todo lo que conocía antes. UNA REALIDAD APARTE. Carlos Castaneda.

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