El tiempo es finito. Heidegger.

Acabando ya Ser y tiempo de Heidegger no puedo más que destacar el siguiente fragmento sobre el tiempo: [[ La secuencia de los ahoras es concebida como algo que en cierto modo está-ahí; porque ella misma cae edentro del tiempo. Decimos: en cada ahora es ahora, y en cada ahora ya se ha desvanecido el ahora. En cada ahora el ahora es ahora, y está, por ende, constantemente presente como él mismo, aunque también en cada ahora advenga y desaparezca cada vez un nuevo ahora. Aunque cambiando de este modo, el ahora da muestras, a la vez, de una constante presencia de sí mismo; y por eso ya el propio Platón, desde esta perspectiva del tiempo como la secuencia de los ahoras que vienen y se van, se vio forzado a llamar al tiempo la imagen de la eternidad:ȱΉϢΎАȱΈвȱπΔΉΑϱΉ΍ȱΎ΍ΑΉΘϱΑȱΘ΍Α΅ȱ΅ϢЗΑΓΖȱΔΓ΍ϛΗ΅΍,ȱΎ΅ϠȱΈ΍΅ΎΓΗΐЗΑȱΧΐ΅ȱΓЁΕ΅Ȭ ΑϲΑȱΔΓ΍ΉϧȱΐνΑΓΑΘΓΖȱΦ΍ЗΑΓΖȱπΑȱοΑϠȱΎ΅ΘвȱΦΕ΍ΌΐϲΑȱ ϢΓЌΗ΅Αȱ΅ϢΝΑ΍ϱΑȱΉϢΎϱΑ΅,ȱΘΓЌΘΓΑȱ ϶ΑȱΈχȱΛΕΑΓΑȱВΑΓΐΣΎ΅ΐΉΑ1 . La secuencia de los ahoras no tiene interrupción ni lagunas. Por "más" que progresemos en la "división" del ahora, éste seguirá siendo un ahora. La continuidad del tiempo se ve en el horizonte de algo que indisolublemente está-ahí. Es en la orientación ontológica por el ente que está-ahí de un modo constante donde se busca solucionar el problema de la continuidad del tiempo, o donde se lo deja subsistir como aporía. En ambos casos habrá de quedar encubierta la específica estructura del tiempo del mundo, según la cual el tiempo, a una con la databilidad extáticamente fundada, es tenso. La tensidad del tiempo no queda comprendida desde la extensión horizontal de la unidad extática de la temporeidad, que se ha hecho pública en el ocuparse del tiempo. El hecho de que todo ahora, por brevísimo que sea, sea ya cada vez un ahora, tiene que ser comprendido en función de algo aun "anterior", vale decir, en función de aquello de donde todo ahora procede: la extensión extática de la temporeidad, que es ajena a toda (424) continuidad de un ente que está-ahí, pero que constituye, sin embargo, la condición de posibilidad para el acceso a algo continuo que está-ahí. La tesis fundamental de la interpretación vulgar del tiempo, según la cual el tiempo es "infinito", manifiesta del modo más elocuente la nivelación y el encubrimiento del tiempo del mundo implícitos en esa interpretación y, por ende, la nivelación y el encubrimiento de la temporeidad en general. El tiempo se presenta por lo pronto como una sucesión continua de los ahoras. Todo ahora es también un "denantes" o, correlativamente, un "en seguida". Si la caracterización del tiempo se atiene primaria y exclusivamente a esta sucesión, será principialmente imposible encontrar en ella un comienzo y un fin. Todo último ahora es ya siempre, en cuanto ahora, un en-seguida-ya-no-más, es decir, es tiempo en el sentido del ahora-ya-no, en el sentido del pasado; todo primer ahora es siempre un denantes-todavía-no y, por ende, es tiempo, en el sentido del ahora-todavía-no, en el sentido del "porvenir". El tiempo es, por consiguiente, infinito "en ambas direcciones". Esta tesis acerca del tiempo sólo es posible por referencia al flotante en-sí, de un transcurso simplemente presente de ahoras; con lo que el fenómeno plenario del ahora queda encubierto en su databilidad, mundaneidad, tensidad y publicidad existencialccxviii, y reducido a la condición de un fragmento irreconocible. Si "se piensa" "hasta el fin" la secuencia de los ahoras en la perspectiva del estar-ahí o no-estar-ahí, jamás será posible encontrar ese fin. Del hecho de que este modo de pensar el tiempo hasta el fin deba pensar siempre más tiempo, se infiere que el tiempo es infinito. Pero, ¿en qué se funda esta nivelación del tiempo del mundo y este encubrimiento de la temporeidad? En el ser del Dasein mismo, que ya hemos interpretado de un modo preparatorio como cuidado. En su cadente estar arrojado, el Dasein se halla inmediata y regularmente perdido en aquello de lo que él se ocupa. Pero, en esta pérdida se manifiesta la encubridora huida del Dasein ante su existencia propia, existencia ya caracterizada como resolución precursora. Esta huida que la ocupación lleva consigo es una huida ante la muerte, e.d. un apartar la vista del fin del estar-en-el-mundo. Este apartar la vista de... es, en sí mismo, un modo del extático estar venideramente vuelto hacia el fin. La temporeidad impropia del Dasein cotidiano-cadente, en cuanto soslayamiento de la finitud, tiene que desconocer la futuridad propia y, por ende, la temporeidad en general. Y, puesto que la comprensión vulgar del Dasein está guiada por el uno, puede consolidarse la "representación" de la "infinitud" del tiempo público, que se basa en el olvido de sí. El uno no muere jamás, porque no puede morir; en efecto, la muerte es siempre mía, y sólo puede ser existentivamente comprendida de un modo propio en la (425) resolución precursora. Ese uno que no muere jamás y que desconoce el estar vuelto hacia el fin, le da, en cambio, a la huida ante la muerte una interpretación característica. Siempre, hasta el fin, uno "tiene todavía tiempo". Aquí aparece un modo de tener tiempo que equivale a poder perderlo: "ahora, por lo pronto, aún esto, luego aquello y tan sólo aquello, y luego...". Aquí la finitud del tiempo no llega a ser comprendida, sino que el ocuparse anhela, por el contrario, coger lo más posible del tiempo que está aún por venir y que "sigue pasando". Públicamente, el tiempo es algo que cualquiera toma y puede tomar para sí. En el convivir cotidiano resulta enteramente imposible reconocer el origen de la secuencia de los ahoras en la temporeidad del Dasein individual. ¿Cómo podría afectar siquiera mínimamente al "tiempo" en su marcha el hecho de que un hombre que ha estado-ahí "en el tiempo" ya no exista más? El tiempo sigue su marcha, del mismo modo como ese tiempo también ya "era" cuando un ser humano "entró en la vida". El único tiempo que se conoce es el tiempo público que, a fuer de nivelado, le pertenece a cualquiera, es decir, no le pertenece a nadie.]] SER Y TIEMPO. Martin Heidegger.

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